Esta historia comienza en 1865, con la publicación de los trabajos sobre la herencia simple por parte del fraile Gregor Johann Mendel. En ese entonces, no se conocía el ADN y muchísimo menos los mecanismos detrás de la herencia de los caracteres. Aún así, Mendel fue capaz de formular las leyes de la herencia simple.
En 1869, el médico y biólogo suizo Johan Friedrich Miescher detectó la presencia de un precipitado
desconocido hasta el momento durante sus experimentos sobre la composición
química de los leucocitos o glóbulos blancos presentes en vendas quirúrgicas. A
este compuesto rico en fósforo y nitrógeno, Meischer lo denominó nucleína, dada
su localización celular. El discípulo de Miescher, Richard Altmann, agregó el
término Ácido nucleico para referirse a estos precipitados.
En 1900, los botánicos Hugo Marie de Vries, Carl Correns y Erich Tschermak von Seysenegg redescubrieron los trabajos de Mendel que,
hasta ese momento, habían pasado desapercibidos por la comunidad científica. En
esta época el biólogo británico William Bateson introdujo por primera vez el término
“genética”, para hacer referencia al estudio de la transmisión de los
caracteres hereditarios.
Poco tiempo después, en 1902, el médico inglés Sir Archibald Edward Garrod describió la alcaptonuria como una enfermedad genética recesiva. Esta fue la primera vez que se determinó la herencia genética de una enfermedad. Unos años más tarde, en 1910, el genetista estadounidense Thomas Hunt Morgan demostró que los genes se encuentran en los cromosomas.
La Era del ADN
Setenta y cinco años después del descubrimiento del
ADN, todavía no estaba del todo claro para qué servía esta molécula.
Hasta que en 1944, Oswald Theodore Avery, Colin McLeod y Maclyn McCarty
demostraron que el ADN es el material genético.
Unos años después de los trabajos de Avery, McLeod y
McCarty, en 1952, James Watson, Rosalind Franklin y
Francis Crick descubrieron la
estructura helicoidal del ADN. Su trabajo se convirtió en todo un hito en la
historia de la genética y dieron paso a múltiples investigaciones alrededor de
la “molécula de la vida”. Poco después, Crick enunció el dogma central de la Biología Molecular.
Los años 50 trajeron otros importantes avances en el campo de la
genética. En 1956, Joe Hin Tjio y Albert
Levan establecieron que, en la
especie humana, el número de cromosomas es 46. Dos años más tarde, el
experimento de los biólogos estadounidenses Matthew Meselson y Franklin Stahl demostró que la replicación del ADN es
replicación semiconservativa. Esto quiere decir que, en cada ciclo de
replicación, cada hélice de ADN formada mantiene una cadena de la hélice
original.
Varios científicos, entre los que se encuentran Severo Ochoa, Marshall Warren Nirenberg y Har Gobind Khorana, determinaron el código genético, es decir, las reglas que utilizan los
ribosomas para traducir el ARN mensajero a proteínas.
La Era de la Genómica
En 1972, el biólogo belga Walter Fiers y
su equipo consiguieron obtener por primera vez la secuencia de un gen completo. En concreto, un gen que
codifica para una proteína de la cubierta del bacteriófago MS2.
En 1975 el bioquímico inglés Frederick Sanger desarrolló
un método de secuenciación bastante más sencillo que los métodos que se
utilizaban en ese entonces. Esta útil herramienta, conocida como “método de
Sanger", facilitó muchísimo la
secuenciación de ADN, dando paso a nuevas investigaciones.
En 1983 el bioquímico Kary Banks Mullis desarrolló
la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), que permite conseguir una gran
cantidad de copias de un fragmento de ADN, partiendo de una cantidad ínfima de
esta biomolécula.
A principios de los años 90 se concretó públicamente el Proyecto de Genoma Humano, con el genetista Francis Collins como director.
En esta época, secuenciar el genoma de una especie y, en concreto, de la
especie humana suponía un desafío importante.
Poco después del comienzo del Proyecto Genoma Humano,
en 1995, el biólogo estadounidense Craig Venter y su equipo lograron descifrar,
por primera vez, el genoma completo de un organismo. El
genoma secuenciado fue el de la bacteria Haemophilus influenzae. Solo un año después, un equipo de
investigadores del Instituto Roslin de Edimburgo clonó,
por primera vez, un mamífero a partir de una célula adulta.
El nacimiento de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado, fue anunciado 7
meses después, el 22 de febrero de 1997.
Llegó el Siglo XXI y con él, los resultados
finales del Proyecto Genoma Humano. En esta edición final, se recogen los datos
de los aproximadamente 3000 millones de pares de bases que tiene nuestro
genoma, así como de 3 millones de variantes genéticas SNP (del inglés single
nucleotide polymorphisms, polimorfismos de un solo nucleótido).
Poco después de la edición final del Proyecto
Genoma Humano, entre los años 2004 y 2005 se comenzaron a comercializar las
primeras tecnologías de Secuenciación de Nueva Generación (NGS).
Los primeros 10 años del siglo XXI fueron realmente
prolíficos. En el 2006, el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) y el Instituto
Nacional de Investigación del Genoma Humano (NHGRI) comenzaron el Proyecto Atlas del Genoma del Cáncer, una investigación que involucró a más
de 11.000 pacientes oncológicos con 33 tipos de tumores diferentes. Otro
proyecto que se puso en marcha en esta época fue el proyecto GTEx, una
iniciativa creada para estudiar cómo influye la variación genética en la
expresión de los genes en diferentes tejidos y células del cuerpo humano.
En el año 2012, se desarrolla el sistema CRISPR-Cas9 de edición genómica, basado en
mecanismos de defensa bacterianos.
En 2017 se comercializó por primera vez una terapia génica en
Estados Unidos. Esta terapia génica es capaz de modificar los glóbulos blancos
del paciente para tratar la leucemia.
La Agencia Europea del Medicamento y la FDA han
aprobado las primeras vacunas de ARN para combatir la
pandemia de la COVID19. La aprobación y utilización de estas vacunas abre las
puertas a un montón de posibilidades para muchas otras enfermedades infecciosas.
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